NACIONAL
Jueves, 11 de mayo de 2017
Una Plaza de Mayo colapsada gritó "Nunca más" y le mandó un mensaje a la Justicia y a la política
Una multitud se manifestó en contra del fallo de la Corte que le concedió el beneficio del 2×1 a Luis Muiña. Críticas a los jueces que votaron a favor y un llamado de atención al Gobierno

El Cabildo en un extremo, la Casa Rosada en el otro, la Catedral metropolitana vallada y la Pirámide de Mayo en el centro, todos testigos de otro grito histórico pero triste de lo tan repetido: "Señores jueces, nunca más un genocida suelto".

Estela de Carlotto levantó la voz y las más de 500 mil personas levantaron sus brazos y sus pañuelos, pañuelos blancos, los de las abuelas y madres de la plaza que se transformaron en la insignia de la marcha contra el fallo judicial que concedió el beneficio del 2×1 a un represor. Algunos dirán medio millón, otros 800 mil, otros 250 mil. No importa. Lo único cierto fue que en un momento, la marea humana se trabó y nadie más pudo avanzar.

A lo lejos, pero cerca al mismo tiempo, esas falsas sensaciones que generan las marchas multitudinarias, se instaló el escenario principal, junto con un cartel claro: "Señores jueces: NUNCA MÁS. Ningún genocida suelto", en un negro brillante, fondo blanco y un rojo sangre. Desde ahí, Taty Almeida, dirigente de Madres Línea Fundadora, fue la primera en tomar la palabra. Definió el encuentro como una "jornada histórica" y destacó, por sobre todas las cosas, el uso del pañuelo blanco como distintivo, algo contra lo que se había manifestado Hebe de Bonafini, quien no participó de la marcha. Almeida explicó que la idea surgió en las redes sociales y que ellas la abrazaron: "Las Madres dijimos, ¿por qué no? El pañuelo es además el símbolo de los 30 mil, y acá estamos todos juntos reunidos con ese pañuelo blanco, que es la lucha que no afloja".

Los pañuelos se entregaron en distintos puntos cercanos a la plaza y fueron aportados por sindicatos, la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires e incluso una empresa textil. Todos ellos colaboraron en la logística y la entrega. A nadie le faltó su pañuelo. "El pañuelo no es un trapo blanco que te ponés para una fecha", había sentenciado Bonafini. A nadie le importó.


 
 
 
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